Nuestro silencio desde hace mucho tiempo, está próximo a estallar, ya hay ganas de gritar, pero fundamentalmente tenemos paciencia. Si tal cual, esa es la palabra, porque desde hace mucho, nos mantenemos pacientes y en silencio frente a los nuevos tiempos prometidos desde siempre, que no vemos, ni sentimos y que no palpamos.
Y vamos a aclarar rápidamente a cualquier lector desprevenido, que no hablamos de tal o de cual dirigente, actual o del pasado, de aquí o de allá, hablamos de los dirigentes de siempre, de esos que no aceptan los nuevos tiempos.
Soñamos y queremos ver esos tiempos plasmados en realidades y seguimos dándonos aliento de que ya vendrán, que se acercan, que llegarán en cualquier momento, pero esos ansiados nuevos tiempos, se hacen esperar.
Es que desde hace mucho, cuesta encontrar aciertos en nuestra dirigencia. Hay pocas ideas nuevas y de ninguna manera encontramos propuestas superadoras. Es todo un poco más de lo de siempre, en todos los ámbitos y en todos los sectores.
¿Que nos está haciendo falta en nuestra Argentina? Que nos está faltando para pasar del pesimismo al optimismo? Que hace falta para que se concreten los sueños y anhelos de miles de millones de ciudadanos excluidos?
Lo que nos está haciendo falta es una honrada y comprometida dirigencia: política, empresarial, profesional, obrera. Dirigencia que rompa el silencio, ese que aturde, produciendo hechos, que cambien los tiempos.
Hablamos de la mayoría de los dirigentes, hay algunas honrosas excepciones, pero son muchos los que no están a la altura de los nuevos tiempos y de los nuevos desafíos. Necesitamos con urgencia una nueva dirigencia con una visión superadora. Dirigentes, con ideas nuevas, pero que también escuchen a la gente.
Actualmente nada distingue tanto y de modo más asombroso, el tiempo que nos toca vivir, que la avanzada tecnología, la interacción diaria y la aparición de las redes sociales, lo cual lleva inexorablemente a pensar en nuevas estrategias políticas y empresariales con nuevas instituciones que nos contengan a todos.
Todos los ciudadanos, en más o en menos, podemos competir en igualdad de condiciones. Todos podemos soñar e imaginar los nuevos tiempos; el desafío de una nueva integración social y nuevas reglas política, empresarial y obrera, pero con lo que no podemos luchar, es con la corrupción, con la falta de intereses mutuos y con el egoísmo personal.
Demandamos dirigentes de todos los sectores, sin exclusiones, que comprendan los nuevos tiempos, que sientan en carne propia, las necesidades de la gente.
Dirigentes preparados para estos tiempos, donde la intercomunicación y complejidad de las modernas y desafiantes innovaciones tecnológicas y el acercamiento de las culturas, donde cohabitamos ciudadanos globales, son los cambios que chocan con un relato del pasado.
La gente mantiene la paciencia y el silencio. Pero la historia nos señala que a la gente es difícil doblegarla tan solo con relatos y promesas. Somos muchos los militantes del cambio y de los nuevos tiempos, no queremos quedarnos callados y ser luego sobrevivientes de un relato temporal. El relato que fuere, ese relato prometedor de siempre, que va mutando con los tiempos, pero que no transforma la realidad de la gente.
Por eso, queremos e insistiremos ante nuestros “dirigentes” de aquí y de allá, en la necesidad de cambiar y seguiremos exigiendo modificaciones de conductas y apoyaremos nuevas propuestas.
Y esta demanda, esta exigencia, no la hacemos por nosotros, la hacemos por nuestros hijos. No la hacemos ni por poder, ni por política, ni por pertenecer, ni por compartir su riqueza. Nosotros queremos generar otros tiempos, nosotros demandamos otros tiempos.
Necesitamos dirigentes, en todos los sectores, en el lugar y momento que les toque actuar, que comprendan los derechos universales a la salud, a la alimentación, a la educación, a la seguridad. Dirigentes que luchen contra la exclusión social, que luchen contra la pobreza creciente, contra la desigualdad, contra la desnutrición, contra el hambre y la mortalidad infantil.
Se irán estos dirigentes, como ya se fueron algunos y vendrán otros, pero lo que no podemos permitir, es que lleguen con esta visión que hoy tenemos de ellos, “son y fueron en su mayoría, más de lo mismo”, porque no logramos hacerles entender que el verdadero flagelo social, es ese relato y visión del pasado y es el que los aleja de la gente.
Los dirigentes actuales y los que vendrán, deberán pensar que “nuestro silencio”, estalla en cada uno de nosotros y está por dar un grito que demandan nuevos tiempos, en los cuales, en nuestra Argentina sea digno vivir.
Jorge Nelson Ripa